Prepárate a descubrir un mundo de sensaciones en una de las Comarcas más célebres de España que aunque te transporte mentalmente a un estado irreal , te mantendrá con los pies clavados en una tierra de extraordinaria belleza y además…. ¡ De leyenda !
Todos conocemos la expresión de Estar en Babia y , reconozcámoslo , todos de una manera u otra hemos estado alguna vez en Babia, es decir ensimismados, absortos o en las nubes.
Puede deberse su origen a que en la Edad Media, al parecer, abundaba la caza en este lugar y los Reyes de León lo eligieron como punto de reposo, para alejarse de los problemas de la corte. Estas ausencias del Rey motivaban a menudo la inquietud de los súbditos a quienes, cuando preguntaban por él, se les respondía evasivamente que el Rey estaba en Babia.
O a aquellos pastores babianos, que pasaban los inviernos en Extremadura con sus rebaños y que recordaban con nostalgia su Comarca. Tanto echaban de menos su tierra que sentados junto al fuego por las noches, quedaban ensimismados y su mente volaba a Babia. Así permanecían hasta que otro pastor les sacaba de sus sueños con la siguiente frase:
«¡Despierta, que estás en Babia!».
Es de tener también en cuenta como recuerdan los oriundos del lugar, que son los que más saben de estos lares, que el nombre de Babia viene de cuando las grandes peregrinaciones medievales hacia Santiago. Los peregrinos preguntaban:
-¿Va vía Santiago?
–¡Va vía. Va vía! -les respondían
los paisanos.
De todas estas acepciones, ¿ Con cúal te quedas tú ? Y es que…
¡Menos mal que Babia existe! Prepárate, agudiza tus sentidos y disfruta de nuestra Comarca .
En la comarca Babiana, disfrutamos de varios tipos de Patrimonio Inmaterial del que estamos más que orgullosos: el Pachuezo, el Filandón, el Baile Chano y el Calecho
Aquí abajo te contamos en qué consiste cada uno de ellos, aunque también tenemos otras tradiciones, como son las facenderas o acto de ir a hacer caminos, por el cual se arreglaban las calles, orillas del río etc… a las que siempre acudía un representante de cada casa y si alguno no podía acudir a la cita , se le imponía una multa. Si esta multa no se pagaba, a la convocatoria siguiente quedarían obligados a acudir dos miembros de la familia.
Y… ¡Como no! La matanza o San Martino reunía y reúne a 3 o 4 familias que comenzaban desayunando bollo babiano, feixuelos, pastas de manteca y una buena copita de orujo para calentar. A media mañana, un poco de vino caliente con azúcar para entonarse y a continuar la faena de la vaca y del cerdo, calzados con las madreñas y los cálidos escarpines de paño. Es de destacar que se cebaba un pollo de corral especialmente para ser degustado ese día. La matanza duraba una semana y era una buena excusa para comentar historias y recordar leyendas de nuestros antepasados.
La celebración de una boda, con el banquete en casa de la novia, tenía la particularidad de que se recopilaba el menaje por todas las casas del pueblo, que con gusto lo cedían para la ocasión. Al salir de la Iglesia se comía «la recha»(pan untado con mantequilla) mientras que la madrina pagaba «la rosca», que corrían los mozos. El novio forastero estaba siempre expuesto a las típicas «cencerradas» en la noche de bodas, si se negaba a ofrecer una invitación a los mozos por llevarse a la hermosa moza babiana.
Pachuezo se denomina popularmente el habla regional de Babia y Laciana, que forman un núcleo dialectal común apenas con algunas variaciones de vocabulario. Al estar Babia limitando al norte con el bable asturiano, el omañes de la vacina comarca de omaña y el pachuezo de Laciana, se encuentra nuestra región en el núcleo dialectal del llamado leonés occidental. Es frecuente en el pachuezo el uso de vocablos que mantienen íntegra o solo ligeramente modificada, la forma latina. Vocablos que o bién, no fueron aceptados por el castellano o este lo sometió a sus leyes fonéticas y lo transformó. También es frecuente el empleo de verbos que se conjugan con la vocal etimológica de la raiz contra la analógica castellana, o con el prefijo latino apenas modificado.
El antiguo vocabulario se mantuvo inmutable sin apreciables apariencias extrañas a lo largo de los siglos. La fuerza imnovadora del castellano, capaz de transformar sus vocablos a poco de nacer,no alcanzó esta zona montañosa, sus valles y colladas guardados en el aislamiento y la distancia, fieles a sus ancestrales modos de vida y expresión. El pachuezo tiene una gran riqueza verbal, un extensisimo vocabulario, particularmente rico en el terreno de los topónimos. No hay lugar grande o pequeño en Babia que no tenga nombre propio, cuetos, collados, valles, vallinas, ríos, arroyos, fuentes, prados, caminos, sendas ,veredas…
Este inmenso número de nombres propios revela la gran variedad de fenómenos fonéticos del pachuezo.A lo largo de los tiempos el pachuezo comenzó a perder sus formas ancestrales caminando hacia la desvirtuación y abandono, pasando a ser una especie de reserva de las gentes más viejas, a los ámbitos más cerrados, día a día más reducidos según se iban imponiendo nuevos modos de vida, hasta convertirse en una reliquia cultural, situable con otras tantas reliquias de la cultura popular de los pueblos babianos. Hoy en día se está tratando de recuperar las antiguas voces del pachuezo, que son las huellas de un noble y entrañable patrimonio atado como tantas otras, a esta entrañable tierra y a su memoria.
PROVERBIOS MENSUALES EN PACHUEZO:
– Mes d’Eneru a l’criecha del brasero a la mitade el chineru.
– Mes d’Febrero, entra el sol en muchu regueru.
– Las pascuas marzales, gripe y’en fermedades.
– El mes d’Abril, aguas mil y manus fora del mandil.
– Mes d’Mayu cun-aguacero, al dexhar el mes d’Abril, el ganado al temperil y’a la braña lal braneru.
– Nel mes de Santiagu, a la brañael guadañu y cuandu chega el fin, segau todu el tapín.
– Si el mes d’Agostu viene secanu, el rigor del veranu.
– El mes de las Nieves, si es locu el paraguas cheves y si es secanu la foz en la manu, seca el manantial manu al mahal.
– Mes d’Octubre, si el Vache se cubre cun-aguacera baxha el pastor y’el brañeru, y, la roupa a secar al braseru.
– Nel mes d’todus lus Santus, blanquéan todus lus altus, y el día de San-Andrés a las partiechas la ves, pur San Martín tenemus un veranín y pur Santa Chucía, un minutu cada día, y noite Buena chuna clara, nel Vache grande xelada.
– Oh; San Silvestre, malas cuentas deshazte y mal cavaste.
Los filandones consistían en organizar reuniones de vecinos en la casa de algún habitante del pueblo, siempre por la noche, después de la cena. Estas reuniones se celebraban a partir de noviembre, para poder soportar mejor en compañía de otros las largas noches invernales (pues el invierno en Babia es prolongado y prematuro) y concluían aproximadamente con la cuaresma. Durante esas veladas los asistentes se contaban historias y cuentos, con lo que poco a poco se aseguraba la transmisión y la pervivencia de la rica tradición oral babiana. El origen de la palabra filandón radica en que, a lo largo de la noche, las mujeres aprovechaban para hilar con sus ruecas y husos, mientras escuchaban o componían historias. El filandón se caracteriza por ser algo abierto y fomentar el dialogo entre todos, de modo que la gente también puede cantar y contar. Todos en círculo y al mismo nivel.
Al filandón acudía la gente mas joven, y era en su seno donde los mozos se valían de todo tipo de juegos para poder acercarse a las mozas. Eran juegos como la zapatilla, que era típica de los hombres quienes, sentados en corro, escondían una zapatilla debajo de la mesa dejando a un mozo en medio que tenía que intentar descubrirla: para ello debía de probar en sus carnes el calor de la zapatilla, pero una vez que conseguía arrebatársela a otro mozo este pasaba al centro del corro y así, sucesivamente, hasta quedar uno solo. También se participaba en otros juegos colectivos, como las prendas, o los asociados a los naipes, como la brisca de seis, etc.
No se sabe muy bien si el filandón es una forma de relación social, un entretenimiento o un evento de mayor significación en el ámbito de las sociedades rurales. Quizás un poco de todo lo dicho. Desde luego, es algo más que una reunión nocturna de mujeres para hilar y charlar. Dice Luis Mateo Díez, que el filandón “…es el momento de contar, de escuchar, de remover la memoria vecinal que, como un viejo arcón, guarda los sucesos, las anécdotas, los cuentos, las leyendas, los romances, las canciones, el patrimonio de las pobres cosas de la vida y de su sabiduría”
Hasta hace relativamente poco tiempo, los únicos materiales de que disponían un pueblo y sus habitantes para definirse a sí mismos eran sus propias palabras habladas, que en cierto modo tenían algo de literatura oral. El retrato que el pueblo hacía de sí mismo (aparte de los logros físicos fruto del trabajo de cada uno), especialmente recreado en esas veladas nocturnas, era lo único que reflejaba el sentido más íntimo y proverbial de su presencia en el mundo. Sin ese autorretrato —y también el cotilleo, que es la materia bruta del mismo— el pueblo se hubiera visto obligado a dudar de su propia existencia. Todas las historias y todos los comentarios que ellas desencadenaban daban fe de que aquellas historias habían sido presenciadas y compartidas, contribuyendo al retrato, y confirmando a los ojos de propios y extraños la existencia del pueblo.
Baile Chano: En una provincia tan extensa y diversa como la leonesa, han llegado hasta nuestros días una gran variedad de bailes populares. Como denominador común hay que destacar el carácter comunitario y social que siempre ha tenido el baile tradicional en León. Así, la danza siempre se ha realizado en torno a dos esquemas que permiten la imitación y la identificación colectiva de los bailadores, por un lado las filas enfrentadas de hombres y mujeres, propia de los chanos, jotas, moliñeiras, corridos y titos, en las que los mejores bailadores se colocaban a la cabeza del baile y los mocines “poco prácticos”a la cola, y el corro propio de las entradas y entradillas.
El baile que se califica como más antiguo es el Baile Chano, Llano, Garrucha, Baile del País o simplemente Baitse, como se denomina en patsuezu, antiguo dialecto leonés de las comarcas de Babia y Laciana.
Musicalmente el Chano se asienta sobre un ritmo ternario de tipo “jotesco” pero interpretado de forma más cadenciosa. Suele carecer de estribillo, aunque en algunos casos adquiere muletillas con un número de versos variable, o incluso toma una estructura de seguidilla. El Baile Chano ha estado siempre asociado a los grandes pandeiros montañeses aunque a finales del siglo XIX comenzó a utilizarse el acordeón, para acompañar el baile .
En algunos pueblos babianos se utilizó también la gaita de fole, tocada por míticos gaiteros asturianos como el Tío Patacu, a principios del siglo XX, o por músicos leoneses como Nemesio García.
El Baile Chano alterna las fases de paseo lateral y brazos caídos con las fases más vivas, de braceo característico. Cada mano del baile termina con la garrucha, paso en el que el hombre trata de coger el brazo de la mujer. Al finalizar este baile, casi ritual, el hombre levanta a la mujer en el aire, cogiéndola por la cintura. Es lo que se conoce como “la maquila”.
Es una danza de fiestas, romerías, bodas, filandones improvisada en la alegría colectiva de cualquier celebración a ritmo de panderos, panderetas, castañuelas y el melódico acompañamiento del acordeón.
También son bailes típicos de Babia los pochus, el careau y la jota. Danzas montañesas con ecos primitivos que acaso pudieron sugerir aquellas colectivas celebraciones folkloricas, el baile ritual urdido en los movimientos de agacharse y saltar que enlazarian por la linea de las fronteras astures y vaqueiras,en las vertientes de las sierras de Somiedo,con la Babia alta y Laciana del Muxivén.
El traje regional babiano se ponía en las fiestas donde todos ponían las mejores galas. Pañuelos, justillos de terciopelo y seda, camisas con botón de plata al cuello, rodaos con lazos de hermosas cintas, las mujeres y el chambergo, la chaqueta de paño, el chaleco destezado, los calzones y el cinto los hombres. Los trajes regionales de hoy en día se componen del rodado, el faldón, la blusa, el mandil, las medias, el pañuelo de la cabeza y el corpiño o chal para el cuerpo.
Copla
Prencipiu purque premcipiu
Prencipiu pur prencipiar
Prencipiu purque prencipien
Lus señores a baisarSalgan mozus a baisar
A lus furesteirus digu
Que lus mozus de este pueblu
Gastan muitu siñuriuSal a baisar buena moza
menéyate resalada
que la sal del mundo tienes
ya nun te meneyas nadaVale más una babiana
cuna falda rumendada
que miles de siñuritas
cuna cara empulveiradaLa que va pula pedrera
cumu meneya la saya,
si nun fora pur nusoutrus
muitu más la meneyara.Arriméime a un pinu verde
pur ver si me cunsulaba,
ya el pinu cumu era verde
de verme churar, churaba.
El calecho, al igual que el filandón, otra de las costumbres populares de la montaña leonesa, también consistía en una reunión entre vecinos, pero aportando matices y elementos propios, que lo difieren claramente del segundo. El calecho podía organizarse durante cualquier día del año, es decir, no tenía límites estacionales, y tenía lugar en veladas que se celebraban siempre antes de retirarse la gente a cenar. Otra diferencia notable es que a él se solían incorporar todos los vecinos, a diferencia del filandón, que congregaba habitualmente a los mozos y a las mozas de cada pueblo. La intención, no obstante, era similar, pues durante esas reuniones se aprovechaba para contar multitud de historias, incluso cuentos y leyendas, o anécdotas referidas a cualquier asunto que tuviese relación con las vicisitudes diarias de cada pueblo. No faltaban los chismorreos más o menos venenosos, la evocación de las ausencias o el interés por cuestiones domésticas o de salud. El calecho tenía, si se quiere, un sentido más ligero y a la vez más picante, acaso porque la trascendencia de las conversaciones y el atrevimiento de los juegos, cobra siempre más relevancia en la densidad de la noche invernal. Pero al igual que el filandón, tupía y daba consistencia temporal y física a la trama de las relaciones sociales, convirtiéndose en una especie de rito informal pero estable, como si el contacto de las personas que viven en un medio hostil requiriese del escudo protector de sus palabras.
En uno y otro caso, siempre nos encontramos ante un grupo humano que se va modificando y diversificando, por ósmosis, según corren las horas. En un rincón se desarrolla, entre silencios calculadores y golpes en la mesa (ahí es nada cantar con ímpetu amenazante las cuarenta), la timba del tute. Los niños y los viejos – dos veces niños – se acercan al fuego y lo miran con una mezcla de asombro y placer. Las mujeres simultanean sus elaboradas tareas textiles -como coser, bordar o tejer-, con los chismes de lo acontecido en el día a día de los pueblos. Los jóvenes, con una astucia remolona, se van quedando en la periferia, y de vez en cuando, como fruto de algún pellizco o un comentario subido de tono, una voz femenina lanza un gritito hipócrita. 0 súbitamente, en medio de los susurros o el silencio, sale a relucir el «cuento» de turno, el chiste del gracioso o del que trata de escandalizar a los más impresionables. De forma metódica y con el justo alarde, se pasa revista a las cacerías y a la pesca clandestina, las perdices o conejos abatidos, las hermosas truchas capturadas en el río. Nada se deja al azar, aunque todo tiene, en sentido lúdico, un aire caprichoso y afable.
Nos hallamos, por tanto, ante sendas fórmulas de participación social específicas de la montaña babiana, dos reuniones que, insertadas en las tardes que precedían a la cena o en las interminables noches invernales, se constituían como un importante y espléndido –casi sagrado- elemento de transmisión de la rica cultura oral babiana.